Orígenes

Antealtares, originariamente monasterio de monjes bajo la advocación de San Pedro, fue el primer cenobio que tuvo Compostela. Su comunidad formó parte esencial desde la Alta Edad Media del núcleo devocional y cultural del “Locus Santi Jacobi” Surgió en el siglo IX por deseo de Alfonso II de Asturias, el Casto, cual hizo venir a doce monjes benedictinos para que custodiasen las reliquias del Apóstol. Su labor se centró en el cuidado del Altar del Apóstol, el servicio litúrgico y la atención de los primeros peregrinos. Entre sus abades figuran dos santos: Pedro de Mezonzo y Fagildo Hacia mediados del siglo XII, a lo que parece, San Pedro fue relevado como titular por Pelayo, el niño mártir gallego.

Ara de Antealtares: es éste un monumento excepcional, de humilde aspecto que, según la Tradición, fue el altar erigido por los discípulos de Santiago, a mediados del siglo I, en su edículo o cámara funeraria. Dicha ara permaneció inamovida como altar principal de las tres basílicas que, con el discurrir del tiempo, fueron erigidas en honor del Apóstol, removiéndose el año 1105 por orden del obispo Gelmírez, por otro de mayores proporciones. Este prelado tuvo a bien regalárselo a la comunidad benedictina de Antealtares, la primera que atendió al servicio de la tumba de Santiago.

Relevo Femenino

A finales del siglo XV la vida monástica de Antealtares fue decayendo. Con la reforma de los Reyes Católicos San Pelayo desapareció como monasterio de monjes, pasando éstos a pertenecer a San Martín Pinario, situado éste también en Santiago de Compostela. Poco después, en 1499, Fray Rodrigo de Valencia, prior de San Benito de Valladolid y Reformador General, por mandato de los Reyes Católicos unió a todas las benedictinas gallegas (14 prioratos), y trajo de Castilla como abadesa a Dña. Beatriz de Acuña y a un grupo de monjas observantes. De este modo se convirtió este monasterio en el centro de la reforma de los Monasterios femeninos de la Orden en Galicia. Se confirmó la fundación y dotación mediante bulas papales de Inocencio VIII y Alejandro VI y la autoridad del Capítulo General de la Congregación de Valladolid el día 23 de julio de 1499.