En Búsqueda

La vocación es ante todo un don que Dios pone en nuestro corazón. Todo discernimiento vocacional es una búsqueda del rostro de Dios, un preguntarse qué quiere el Señor de mí, a qué proyecto de vida y amor me llama. Se trata de que cada uno sea lo que es desde Alguien que le llama. La vocación no es algo que uno elige solo, como quien elige unos estudios. Por eso es necesario un discernimiento. Este proceso no es sencillo: todos necesitamos un hermano mayor en la Fe y en experiencia que nos guíe y nos ayude a contrastar nuestros sentimientos y actitudes, y a distinguir la voz del Señor de otras voces.

Te invitamos a leer nuestro tríptico informativo. ¡Quizá te ayude!

Arquivo Adxunto: Tríptico sobre nuestra vida: Un sendero de vida

Etapas del camino monástico

Para discernir si la voz que uno cree haber oído en el fondo de su alma es verdadera llamada de Dios -verdadera vocación- a la vida monástica, san Benito institucionalizó ya en su tiempo, un año de noviciado que la Iglesia haría suyo. Con el correr de los siglos se han ido fijando diversos plazos de tiempo. Son los que siguen.

 –  Un discernimiento previo a la entrada (ir conociendo nuestro carisma mediante conversaciones, lecturas, algún día en nuestra hospedería, la posibilidad de hacer una experiencia en clausura).

–  Una vez dado el paso de entrada en el monasterio tenemos un período (en torno a un año) de postulantado: etapa de introducción en la vida de comunidad.

–  Pasados estos meses de mutuo conocimiento tiene lugar el inicio del noviciado canónico con la toma de hábito. Nuestro noviciado dura dos años, es un tiempo privilegiado de formación para empaparse bien de nuestro carisma.

–  Transcurrido el cual, se solicita la admisión a la Profesión Temporal. Se hacen los votos por tres años.

–  Por fin, si tras deliberarlo muy seriamente consigo misma, y si la comunidad también lo ve, la candidata es admitida a la Profesión Solemne mediante la cual nos ligamos de por vida al Señor y a esta comunidad monástica concreta. Este paso no es punto de llegada, al contrario, es punto de partida. Inicio de nuestra particular misión dentro de la Iglesia.