Etapas del camino monástico
Para discernir si la voz que uno cree haber oído en el fondo de su alma es verdadera llamada de Dios -verdadera vocación- a la vida monástica, san Benito institucionalizó ya en su tiempo, un año de noviciado que la Iglesia haría suyo. Con el correr de los siglos se han ido fijando diversos plazos de tiempo. Son los que siguen.
– Un aspirantado o discernimiento previo a la entrada: ir conociendo nuestro carisma mediante conversaciones, lecturas, algún día en nuestra hospedería, la posibilidad de hacer una experiencia en clausura.
– Una vez dado el paso de entrada en el monasterio tenemos un período (en torno a un año) de postulantado: etapa de introducción en la vida de comunidad.
– Pasados estos meses de mutuo conocimiento tiene lugar el inicio del noviciado con la toma de hábito. Nuestro noviciado dura dos años, es un tiempo privilegiado de formación para empaparse bien de nuestro carisma.
– Transcurrido el cual, se solicita la admisión a la Profesión Temporal, es el inicio del juniorado. Se hacen los votos por tres años. Al cabo de los cuales, se renueva por un año, y por otro año más. Ahora, desde la Cor Orans, esta etapa dura cinco años.
– Por fin, si tras deliberarlo muy seriamente consigo misma, y si la comunidad también lo ve, la candidata es admitida a la Profesión Solemne mediante la cual nos ligamos de por vida al Señor y a esta comunidad monástica concreta. Este paso no es punto de llegada, al contrario, es punto de partida. Inicio de nuestra particular misión dentro de la Iglesia.